Fisioterapia Miofascial

¿Qué es la Fisioterapia Miofascial?

Con el término de Terapia Miofascial nos referimos a todas aquellas técnicas fisioterápicas destinadas al tratamiento del dolor de origen miofascial.

A finales de los años 80, el dolor de origen miofascial y su tratamiento adquirieron una gran importancia dentro del marco de la Fisioterapia. Las técnicas miofasciales suponían una nueva forma de abordar aquellos dolores difusos, referidos, perpetuados o de origen desconocido que sentían los pacientes. Desde entonces, la Fisioterapia Miofascial ha evolucionado considerablemente, y actualmente son muy numerosas las técnicas miofasciales que se han desarrollado para el tratamiento de este tipo de dolor.

Dentro de los diferentes enfoques que presenta la Fisioterapia Miofascial, existen una serie de técnicas que abordan el origen del dolor miofascial desde la exploración y el tratamiento de bandas musculares tensas y los llamados puntos gatillo miofasciales, causantes de dolor y disfunción a nivel muscular. Técnicas con aplicaciones muy diversas, en campos como la traumatología, la reumatología o la fisioterapia deportiva, y siempre con buenos resultados.

Síndrome de Dolor Miofascial (SDM)

El dolor de origen miofascial es un término abstracto y confuso, que engloba todos aquellos procesos que impiden la relajación muscular. Estos procesos causan dolor y generan una situación de disfunción a nivel muscular que es conveniente tratar en vistas a evitar su cronificación.

Además del dolor, en la mayoría de los casos se observa una alteración de la longitud y del tono muscular, y en ocasiones no sólo en los músculos responsables del problema, sino también en sus antagonistas. Así, es más que probable que tras una buena exploración de los músculos afectados, se localicen a la palpación bandas tensas como reflejo de la alteración en la contracción muscular.

Incluidos en estas bandas tensas, existen zonas o puntos en las que el tejido se percibe más engrosado y resulta más doloroso que el resto de la banda tensa. Estos puntos son los llamados puntos gatillo miofasciales (PGM), que suelen provocar un dolor referido hacia otras estructuras, y que si reproducen los síntomas del paciente, probablemente sean los responsables de su problema.

Así pues, conocemos como Síndrome de Dolor Miofascial (SDM) a aquellos síntomas y signos producidos por la presencia de los llamados puntos gatillo miofasciales en los músculos. Su tratamiento adecuado puede servir para normalizar la longitud del músculo, relajar su nivel de tensión, y en consecuencia, disminuir el dolor.

Puntos Gatillo Miofasciales (PGM)

Un punto gatillo miofascial (del inglés, trigger point) es un nódulo hiperirritable de dolor focal a la presión, que se aprecia en una banda tensa palpable de un músculo esquelético. Clínicamente, lo más característico de la sintomatología de un PGM activo es el dolor a la compresión. Dolor puntual que, en caso de mayor sensibilidad o irritabilidad, puede referirse a distancia y sentirse en otras partes del cuerpo. Además del dolor, los PGM provocan cierto grado de disfunción a nivel de los músculos afectados, así como fenómenos autonómicos, que a menudo pasan inadvertidos para el paciente.

PGM y bandas tensas

Al parecer, un PGM es el resultado de una alteración en la contracción de las sarcómeras de varias fibras musculares, en una porción de músculo. A consecuencia de esta alteración, se produce un acortamiento de las sarcómeras que provoca un aumento de tensión en las fibras musculares. La suma de las fibras musculares tensas que atraviesan el PGM se percibe a la palpación como una banda tensa.

Etiología de los PGM

No existe una etiología aceptada mayoritariamente para explicar el fenómeno de los puntos gatillo. No obstante, hoy en día se trabaja para verificar la hipótesis integrada, por la cual un PGM presentaría múltiples fibras musculares con placas motoras que liberan un exceso de acetilcolina, lo cual se traduce en un acortamiento regional de las sarcómeras. Una serie de fenómenos fisiológicos puede hacer que esta situación se perpetúe.

PGM activos y latentes

Los PGM activos son aquellos que se muestran más sensibles o irritables. Producen una clínica de dolor espontáneo, tanto puntual como referido hacia otras estructuras, y un cuadro de disfunción musculoesquelética (restricción de la movilidad, debilidad muscular, fatigabilidad, falta de coordinación en la contracción, etc.).

Los PGM latentes no provocan dolor de forma espontánea, por lo que suelen pasar inadvertidos para el paciente. Sin embargo, sí pueden ser los responsables de una disfunción musculoesquelética, que el paciente percibe pero de la cual desconoce la causa.

Los PGM latentes tienen una elevada prevalencia en la población general, y pueden verse activados por varios factores: por sobrecarga muscular (aguda o crónica), por estiramiento brusco del músculo, por un traumatismo directo, por efecto del frío, por disfunción a nivel articular, por inflamación, enfermedades viscerales, estrés emocional, etc.

Signos y síntomas

Los signos más evidentes en la presencia de PGM se perciben a la palpación. El músculo en cuestión se muestra más tenso de lo normal, y es frecuente detectar una reacción de espasmo local (REL) al estimular las fibras musculares alteradas. A través de electromiografía, se ha observado que el PGM muestra actividad eléctrica de forma espontánea y aumentada, incluso sin haber contracción.

En cuanto a la sintomatología de los PGM, esta es muy diversa, y se caracteriza por el dolor y la alteración de la función muscular.

El dolor es un dolor puntual y profundo, que aumenta con la presión, el estiramiento y la contracción máxima del músculo, y que se refiere a otros músculos o estructuras corporales en caso de que el PGM esté activado. También puede producir sensación de disestesia o pesadez.

La alteración de la función se evidencia por una limitación de la movilidad, debilidad en la contracción, mayor fatigabilidad, espasmos y fasciculaciones musculares, etc.

Punción Seca

La punción seca es un método de fisioterapia invasiva para el tratamiento de los puntos gatillo y el dolor miofascial, que consiste en una punción directa del PGM, mediante finas agujas de acupuntura.

La técnica recibe el nombre de punción seca porque en este procedimiento no se introduce ningún tipo de sustancia a nivel muscular, como sucede en el caso de las infiltraciones. Por lo general, se trata de una punción profunda, pues se produce a nivel del músculo, atravesando todo el tejido suprayacente en búsqueda del punto gatillo y su banda tensa. Aparentemente, el efecto de la aguja sobre el punto gatillo es puramente mecánico, provocando su destrucción y la posterior reorganización de las fibras musculares. De esta manera, se consigue disminuir o disipar la sensación de dolor, se relaja el tono, y se restituye la funcionalidad del músculo, en ocasiones incluso de forma inmediata. De todos modos, se continúa investigando acerca de sus efectos, sobre todo a nivel fisiológico, pues se cree que la punción consigue detener el proceso por el cual se activan y perpetúan los PGM.

Podríamos hablar de la punción seca como una técnica a mitad camino entre la acupuntura tradicional y la infiltración de analgésicos a nivel muscular. En realidad, ninguna de las tres ha demostrado su eficacia por encima de las otras. Sin embargo, a través de la punción seca tenemos la certeza de alcanzar el PGM y su banda tensa sin provocar los efectos secundarios (alérgicos, tóxicos) propios de las infiltraciones.

Como inconveniente, citaríamos el dolor postratamiento, fruto de la punción del tejido, que es mayor en el caso de la punción seca. Por lo demás, es una técnica prácticamente exenta de riesgos siempre que esté correctamente indicada. El pequeño calibre de las agujas utilizadas impide causar daños en vasos, nervios y otros órganos del cuerpo.

Además de su efectividad clínica, demostrada en el ámbito profesional pero que es necesario corroborar a través de la investigación científica, la punción seca tiene una importancia innegable en el diagnóstico del síndrome de dolor miofascial, a través de las respuestas de espasmo local (REL) y de provocar exactamente la sintomatología del paciente. 

Tratamiento Conservador

Además del tratamiento fisioterápico invasivo, como se puede considerar la punción seca, existen técnicas conservadoras para el tratamiento de los puntos gatillo y el dolor miofascial. Por lo general, estas terapias conservadoras suelen utilizarse en forma de protocolos combinados, con el fin de aumentar su eficacia.

Estas técnicas deben ser siempre el tratamiento de elección y preceder a las técnicas invasivas, si bien es cierto que los resultados no suelen ser tan eficaces, o al menos requieren un mayor tiempo de tratamiento y un mayor número de sesiones. Sin embargo, son imprescindibles, sobre todo en casos de personas con miedo insuperable a las agujas.

Algunas de las técnicas conservadoras para el tratamiento de los puntos gatillo y el dolor miofascial son:

Estiramientos y autoestiramientos analíticos

Son una de las técnicas más utilizadas, y también más complejas. Los estiramientos analíticos tratan de normalizar la longitud muscular, y pueden ser muy efectivas si actuan preferentemente sobre el cuerpo muscular.

Estiramientos con spray frío

La aplicación de frío en el músculo a estirar, a través de un spray refrigerante, disminuye la sensación dolorosa que puede provocar el estiramiento. Según la Dra. Travell, que ideó el método, "el estiramiento es la acción y el frío la distracción".

Técnicas de compresión

Consiste en la liberación por presión del PGM, siempre trabajando por debajo del umbral de dolor. Existen varias técnicas de este tipo, que varían fundamentalmente en el tiempo de compresión y en el número de repeticiones.

Técnicas de relajación postisométrica

Buscan la liberación del PGM mediante técnicas de relajación postisométrica o inhibición recíproca. Las más conocidas son las técnicas de energía muscular de Mitchell, la técnica de ralajación postisométrica de Lewitt, o las técnicas de FNP.

Otras técnicas

Para el tratamiento del dolor mioascial y de los puntos gatillo se suelen emplear también diferentes formas de masoterapia, termoterapia, técnicas inhibitorias (tensión-contratensión de Jones), y técnicas instrumentales (ultrasonidos, electroterapia, laser, etc.).